Apps de apuestas para niños disfrazadas de juegos, juguetes que escuchan a los críos 24 horas al día y envían las grabaciones a empresas relacionadas con contratos militares, software fraudulento en los coches Volkswagen para mentir sobre las emisiones contaminantes, software que usa canales reservados para las emergencias para que el dispositivo funcione más rápido que el de la competencia… Estos son solo algunos ejemplos que hemos conocido en los últimos tiempos y que ponen de manifiesto un problema muy serio: empresas (y gobiernos) poco éticas encuentran programadores dispuestos a realizar acciones ilegales y deshonestas para ampliar sus beneficios.

Este tema se he debatido intensamente en el mundo informático en las últimas semanas a raíz de un artículo de Bill Sourour, Código del que aún me avergüenzo, en el que confesaba un trabajo que realizó cuando era joven y trabajaba para una empresa farmacéutica. En el artículo cuenta cómo escribió un programa que burlaba las leyes de publicidad sobre medicamentos para anunciar un producto de la compañía dirigiéndose a mujeres adolescentes a través de un juego de preguntas y respuestas. Tiempo más tarde se descubrió que el medicamento provocaba depresión y pensamientos suicidas, y que una joven se suicidó tras tomarlo. Sourour incluso descubrió que su hermana estaba tomando el medicamento.

Tal como Sourour indica en su artículo, los programadores son la última línea de defensa frente a prácticas peligrosas y poco éticas. Y esta situación va a ir a más en el futuro más próximo, ya que el software cada vez tiene un papel más protagonista en todos los ámbitos de nuestras vidas; pensemos, por ejemplo, en coches de conducción autónoma, drones militares, o sistemas inteligentes de ayuda a la decisión para la justicia o la medicina, tal como discutíamos en este artículo.

A pesar de que en las ingenierías informáticas se incluye una asignatura sobre ética y legislación (aunque, reconozcámoslo, suele ser poco importante), no hay que poner el foco solo en los programadores profesionales. Cada vez existen más programadores no profesionales que crean sus propias apps o servicios webs sencillos, tanto para su trabajo como para su ocio, y que han aprendido a programar en cursos a través de internet, o en asignaturas en el colegio o el instituto, por ejemplo. Y, habitualmente, en este tipo de formación no suelen tratarse aspectos éticos y legales.

De hecho, desde Programamos entonamos también el mea culpa, ya que en los cursos para docentes que impartimos no hemos incluido este tipo de temas hasta la fecha. Sin embargo, siguiendo el ejemplo del curso BJC de la Universidad de Berkeley, vamos a modificar nuestros próximos cursos para que los docentes participantes tengan que aprender también sobre los aspectos éticos de la programación.

Con este tipo de iniciativas intentaremos aportar nuestro granito de arena para evitar situaciones como las de esta noticia, en la que se indica que se está descubriendo malware para dispositivos móviles que se distribuye con aplicaciones creadas con App Inventor.

Y, tú, ¿ya tratas estos temas éticos con tus estudiantes? ¿Cómo abordas este tema en tus clases?

Imagen de cabecera: Ehitcs, de Dan Mason.